CONSTRUYENDO UNA MEDIACIÓN AFECTIVA


"Es posible conseguir algo luego de tres horas de pelea,
pero es seguro que se podrá conseguir con apenas
tres palabras impregnadas de afecto"
Confucio
“No se aguantan ya los chamacos. No saben trabajar en equipo, es un relajo el salón y luego son bien flojos. ¡Creo que ya les hacen falta unas buenas vacaciones!” No creo ser el primero y el último docente, que al menos, ha pensado en la premisa con la que inicio este párrafo. Las relaciones entre los alumnos son para ellos una motivación para asistir a la escuela.


A todos nos gustaba juntarnos con los amigos de la escuela, jugar en la hora de recreo, ir a educación física y disfrutar de las actividades que diseñaban nuestros maestros (si así de comprometido era este). Sin embargo, las situaciones que rompen la armonía dentro de un salón rápidamente hacen su aparición. Pleitos, apodos, rechazo, falta de acuerdos, la mentada “carrilla”, eran parte aquellos días en los que fuimos alumnos, y que al día de hoy, parecen ir en aumento. Decimos comúnmente que “eran otros tiempos donde no había tanta maldad, tanta violencia y programas de televisión que incita a dicha convivencia”. ¿A caso los niños de hace 10 o 20 años atrás éramos diferentes?, ¿éramos mejores en nuestras relaciones sociales?, ¿tendríamos mejores maestros?, ¿la cultura ha modificado esas normas y valores básicos para la convivencia? No es el propósito de este escrito responder a estas preguntas. Lo que me motiva a redactar estas líneas esta en relación a dos cuestiones, la primera es en relación a las formas que tiene el docente de relacionarse con sus alumnos, tomando como referencia la teoría constructivista del aprendizaje (que tan de moda esta, y con mayor énfasis en estos procesos de reformas educativas) desde una perspectiva conductual, es decir, tomando en cuenta los aprendizajes actitudinales, cuya consecución son a largo plazo y requiere de factores subjetivos, tales como la motivación, la empatía y una educación afectiva, en la cual esta implícito el manejo de las emociones. El segundo punto a tratar es sobre las posibles implicaciones que este tipo de mediación puede resultar a favor del aprendizaje de los alumnos y sus expectativas en relación a su permanencia dentro de la escuela.
En varios debates y conversaciones con compañeros maestros, hemos discutido acerca de las formas de relacionarnos con los alumnos. Coincidimos en que es “es poco recomendable” tener demasiada confianza con ellos, pues se pierde el respeto hacia la figura del docente, y es ahí cuando las relaciones con ellos suelen alterarse ocasionando indisciplina e incluso conflictos que podrían permear mas allá del aula, atrayendo la visita incómoda de padres irritados por alguna situación que podría haber ofendido a sus hijos. Siempre escuchamos a los padres preocupándose por el trato que reciben éstos más que la preparación académica, diplomados, cursos, maestrías, etcétera. Y en ese sentido, lo mismo sucede con los alumnos, quienes, por sentido común, esperan un trato humano, inclusivo, democrático, amable, empático, etc., Idealmente, creo que los docentes debemos cultivar relaciones balanceadas donde exista un equilibrio entre respeto y amistad, confianza, armonía, siempre y cuando no se rompa en excesos que ocasionen indisciplina. Según Laura Frade, en México nos preocupamos demasiado por regular la disciplina, cuando en países como Finlandia, es un aspecto que pasa a segundo o tercer plano, considerando más importante la libertad con la que los alumnos se puedan desempeñar dentro de su espacio, su segundo hogar; este es el salón de clases. En otras palabras, creo que antes de lograr esos aprendizajes esperados para desarrollar competencias para la vida, que incluyen el “saber” y “saber hacer”, lo fundamental esta relacionado con el “saber ser”, que incluye el mundo emocional de los alumnos, donde se encuentran esas motivaciones para lograr que ellos descubran su mundo.
El hablar del desarrollo personal y de emociones resulta retador, ya que recordemos que Freud, el padre de Psicoanálisis, dice que las tres profesiones “imposibles” son la de gobernar, educar y psicoanalizar, pues no podemos meternos al interior de las mentes y saber lo que las personas están pensando. Sin embargo, ¿Quiénes fueron aquellos maestros que dejaron huella en nuestro trayecto como estudiantes, aquellos por su rigidez en la materia que enseñaba, la forma en que nos trataron o por la erudición en sus enseñanzas? Antes que docentes, somos personas y seres humanos que tenemos la habilidad de motivar y persuadir a otros de hacer lo que esperemos, con el fin de ayudar. Es ahí donde entra el maestro como agente motivador de una pedagogía constructivista que además de promover aprendizajes significativos, aprendizajes por descubrimiento, desarrollo del pensamiento crítico para el aprendizaje, podríamos apostar por un término denominado inteligencia emocional. Según Goleman, señala cinco esferas principales consisten en conocer nuestras propias emociones; manejo de emociones; la propia motivación (conocida como intrínseca); reconocer emociones en los demás (empatía); manejar las relaciones. A esta descripción, Goleman le añade las siguientes conclusiones
“Las habilidades de las personas en cada una de las esferas son diferentes…la base de nuestra capacidad es, sin duda, nerviosas pero el cerebro es notablemente flexible y aprende constantemente. Los errores en las habilidades emocionales pueden ser remediados en gran medida”[1]
Inteligencia emocional parece ser otra habilidad de razonamiento, pues hace alusión a la capacidad cerebral para aprender de nuestros sentimientos. Dice que es una actividad cerebral, en contraste con aquella idea cultural que promueve que no podemos tener un dominio propio emocional. Desarrollar una inteligencia emocial, es hoy por hoy una demanda social. Hablamos sobre una crisis de valores y actos violentos que sacuden a nuestra sociedad pues no hemos sabido ser educados y poco sabemos al respecto de desarrollar esta habilidad. ¿Por qué la docencia esta cargada de ambientes conflictivos, desde dimensiones institucionales hasta sociales?, ¿Somos los maestros inteligentemente emocionales? Al leer estas ideas podríamos estar a favor de ellas, pero de nada sirve tener este conocimiento acerca de este elemento que forma parte de la teoría constructivista y no la ponemos en práctica. Es similar como cuando recomendamos un libro o un producto que no leemos o no usamos.
Creemos que los problemas conductuales son cuestión del hogar y que los padres son los primeros responsables. Aunque eso sea parte de la realidad, la escuela es un espacio privilegiado que funciona como un molde social. Al respecto, Laura Frade dice que “el cerebro es como el agua contenida dentro de un vaso, en donde la cultura es el recipiente que lo contiene”[2] o sea que es un órgano que no solo se desarrolla de conocimiento y de información, sino de la mediación con el medio, y ahí nos encontramos nosotros: los maestros.
Demás esta mencionar que los principales beneficiarios son nuestros alumnos, quienes son los clientes de nuestros “productos”, o los receptores de las actitudes antes mencionadas. La frase que dice “tratar a los demás como queremos ser tratados” se aplica en este orden ideas. Aplicar inteligencia emocional inicia cuando el docente esta dispuesto a dar afecto”. Aunque muy ligado a lo emocional, afecto consiste en una acción de dar. Del uso que hacemos de la palabra “afecto” en la vida cotidiana, se puede inferir que el afecto es algo que puede darse a otro. Decimos que "damos afecto" o que "recibimos afecto". Así, parece que el afecto debe ser algo que se puede proporcionar y recibir. Por el contrario, las emociones ni se dan ni se quitan, sólo se experimentan en uno mismo. Las emociones describen y valoran el estado de bienestar (probabilidad de supervivencia) en el que nos encontramos. Ahora bien, a pesar de las diferencias, el afecto está íntimamente ligado a las emociones, ya que pueden utilizarse términos semejantes para expresar una emoción o un afecto. Decimos entonces que animar cuando se está triste o enseñar algo que no se sabe, significa realizar un trabajo en beneficio de la supervivencia del otro y significa, por tanto, darle afecto. En consecuencia, quien recibe afecto experimenta normalmente una emoción positiva. sin embargo proporcionar afecto es algo que requiere esfuerzo y culturalmente estamos poco acostumbrados a demostrarlo (y será mas limitada si el docente sigue pensando que la mediación es un acto con máscara hipócrita); sobre todo en un escenario educativo, donde sólo vamos a enseñar, no a mostrar afecto, reconocer que lo que experimentamos como afecto son todos los actos (hechos, comportamientos) por los cuales una persona ayuda a otra, de la forma que sea, proporcionándole protección y conocimientos, resolviéndole problemas, apoyándole en los momentos difíciles, etc.
Y en relación a las posibles implicaciones que este tipo de mediación puede resultar a favor del aprendizaje de los alumnos y sus expectativas en relación a su permanencia dentro de la escuela, resultaría obvio que estaremos desarrollando ambientes más armónicos y humanos de aprendizaje donde los alumnos realmente deseen estar.
En conclusión, mostrar cariño y afecto nunca esta demás. Con la finalidad de generar un clima que permita construir una verdadero ambiente de aprendizaje en la clase, los maestros deben desplegar los atributos personales que los conviertan en maestros con misión educativa y ejes de socialización, mostrando en primer lugar respeto, un ánimo alegre, una actitud amistosa, madurez emocional, sinceridad e interés por sus alumnos como personas con individualidad, virtudes, defectos y personalidad propia y como estudiantes. El profesor debe mostrar preocupación y afecto por los alumnos, estar atento a sus necesidades y a sus estados de ánimo y trabajar con ellos para que a su vez, muestren estas mismas características en la relación con sus compañeros y sus seres queridos.
En un gremio tan competitivo, que critica hasta las nuevas tecnologías educativas, que el grueso parece estar en contra de todo y a favor de nada, el profesor debe cuidar su mundo emocional. Familias disfuncionales, drogadicción, pobreza y la escases de valores que motivan a las personas de nuestra sociedad mexicana y del mundo, hacen que para muchos niños el único afecto que puedan recibir sea el de sus profesores. ¿Estas preparado para educar en afecto? Un dicho popular dice que nadie puede dar aquello que no tiene.

[1] CALERO Pérez, Mavilo, Aprendizajes sin límites. Constructivismo. Edit. Alfaomega, México 2005, p.131.
[2] FRADE Rubio, Laura. Desarrollo de competencias en educación, desde preescolar hasta bachillerato. Ed. Inteligencia Educativa, México p.62

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