antecedentes curriculum en mexico

Los antecedentes históricos sobre el desarrollo del currículum en México.
           
La educación ha de ser uno de los temas más importantes en toda la agenda política. De este rubro es donde surgen grandes promesas de cambio pero también uno de los que más desazón sigue causando en nuestra sociedad. Y creo que como alumnos, algunas nos preguntamos ¿y eso para que nos va a servir profesor? En décadas pasadas esta “irreverencia” era acreedora de un castigo o de perderse el recreo. Sin embargo, poco nos hemos preguntado de donde provienen o a que finalidades obedece aquellos saberes que se consideran “necesarios” que forman parte de nuestra educación básica. Y como docentes, al menos en el caso de un servidor, poco conocía los momentos históricos de la formación del currículum en México.


Aspectos sociales y políticos es lo que han caracterizaron la formación del currículo de nuestro país, comprendiendo su finalidad y justificación a lo largo del tiempo. Un concepto muy interesante es el de tecnologías educativas, que se inicia desde los años sesenta, donde México juega un papel “pasivo” a nivel internacional, receptáculo principalmente del país vecino, en cuanto a influencia se refiere. “Ésta intensión de transferir la tecnología educativa a los países latinoamericanos está signada por el propósito explícito de imponerles a estos un saber científico sobre la educación”[1]. Esto es en un primer momento, luego se señalan otras fases, su segunda fase operativo-práctica que comprende la década de los años setenta y ochenta, que se caracterizó por la búsqueda de alternativas educativas. Aunque contradictoria, señala de Alba, México contaba con la apertura social para generar cierto nivel de crítica educativa, cuyo antecedente histórico fue el movimiento de 1968. Desde mi punto de vista, una apertura que se logró a un precio muy alto. Posteriormente inicia otra etapa a finales de los años ochenta signada con fines economicistas y técnicos de la educación, como resultado de crisis económicas de aquellos años. Desde mi punto de vista, parece una etapa que arrastra a la educación en una crisis ideológica (o al menos no me queda claro el planteamiento de la autora), ya que habla de un periodo de mayor reflexión, análisis, estudios y reelaboraciones conceptuales del currículo educativo, pero en la práctica obedece nuevamente a presiones y necesidades internacionales para cubrir áreas de trabajo necesarias para cubrir el ámbito laboral.
            Lo anterior me hace pensar sobre la justificación y origen de los planes y programas de estudio, cuyas ideas confirman mi pensamiento de que la escuela podría adaptarse de mejor forma a las demandas y necesidades sociales. Aunque exista mucho discurso educativo, planteamientos conceptuales y reflexión, sería deseable que estas estuvieran encaminadas a ese fin, el de mejorar las condiciones de vida de nuestros alumnos. Como bien lo plantea la RIEB, se busca la formación de alumnos como seres competentes en una sociedad, capaces de desenvolverse en cualquier ámbito de la vida social. Por otro lado, creo que esta transferencia de tecnologías educativas sigue vigente, pues las adaptaciones curriculares se siguen haciendo tomando en cuenta las sugerencias (yo le llamaría presiones económicas e ideológicas) de organismos internacionales como la ONU, UNESCO, OCDE, entre otros. También es vigente la postura crítica que hoy asumimos los docentes, y no me refiero a la postura de criticar todo, estando a favor de nada, sino en términos de crítica sofisticada, es aquella donde los maestros “están dispuestos a tomar el lugar de sus oponentes porque se dan cuenta de que todos los sistemas de creencias tiene debilidades que se pueden fortalecer a través de la confrontación”[2].



[1] DE ALBA, Alicia y Lourdes Chehaibar.  Panorámica general sobre el desarrollo del campo  del currículum en México. Cuadernos del CESU num. 33, UNAM, México, 1995, p.9.
[2] LISTON, D. y Zeichner, K.M. Raíces históricas de la enseñanza reflexiva, en “la formación del profesorado y las condiciones sociales de la enseñanza”. Ediciones Morata, Madrid, 1993. P. 43.

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